viernes, 26 de diciembre de 2008

El Aullido

Recuerdo todo, todo claramente como si hubiera sido tan sólo ayer.
La tarde tibia comenzaba a caer y las primeras estrellas empezaban a encenderse en el horizonte.
Aquel era un día especial, pues en la noche tocaba a los ancianos contarnos sobre sus aventuras y compartirnos sus experiencias. Los jóvenes estábamos impacientes, muchos no paraban de darse vueltas en circulo, otros corrían de un lado a otro, todos queríamos que llegase la hora de las historias. Porque ¿a quien no le gusta una buena historia?, y esa noche las historias de calidad estaban 100% aseguradas.

El sol se perdió completamente en el horizonte y una brisa helada atravesó nuestros rostros, era la hora de comenzar. El sabio Thilcad nos juntó a todos , uno por uno y nos llevó al lugar de la reunión.
Era casi como un ritual, como si se estipulara que así debía hacerse, ningún joven llegaba solo al punto de encuentro, sino que todos llegaban con Thilcad, que era el mas anciano de todos , por lo tanto a quien le debíamos mas respeto. Aparte, él era el maestro de ceremonia.

Llegamos a la piedra de la sabiduría como le llamaban nuestros padres y abuelos, según contaba la historia desde el principio de los tiempos los ancianos vertían su experiencia sobre los jóvenes, así estos se preparaban de mejor manera para la vida adulta.
Una vez por año se hacia esta reunión siempre en la misma noche, la noche mas larga del año.

Thilcad nos hizo sentar, y todos los adultos se centraron en frente nuestro. Nosotros los jóvenes, también juntos ,hacíamos una semi circunferencia, alrededor de los adultos. En el medio del circulo había una piedra brillante de color azul, encima de ella se paraba el orador de turno para contar su relato


Había pasado ya un buen rato, las nubes habían colmado el firmamento y el viejo Rossel había contado una historia de cómo se perdió en el bosque cazando y fue salvado por los mismos mapaches a los cuales perseguía. Muchos reímos en esa historia. también el tío Klutz contó sobre la vez que fue perseguido por extrañas criaturas, y debió saltar por la catarata para liberarse de ellas. Yo ya sabia esa historia, pues el tío pasó casi dos otoños sin poder caminar, aun así me aterró y conmovió su emotivo final.

Se acercaba Frunn a la piedra para hablar, sus historias siempre eran muy divertidas, por lo cual todos nos acercamos un poco más. De pronto el viento comenzó a correr, las nubes se dispersaron y una enorme luna llena alumbró al grupo completo.
Fue en ese momento en que Clisveral cayó al suelo, se empezó a quejar de unos retorsijones en el estomago. Thilcad se acercó a verle, pero el dolor parecía ir en aumento. Comenzó a revolcarse en el suelo, unos gritos desgarradores surgieron desde su garganta. Entonces todo se volvió aterrador. Sus extremidades mutaron en el instante, su cuerpo cambio por totalidad, su rostro era completamente distinto. Era la peor bestia que te puedas imaginar. La bestia erguida era 3 de veces nuestro tamaño. Sus brazos eran casi del largo de todo mi cuerpo.

Recuerdo que se irguió mirando de frente a la luna y lanzo un grito tronador, los pelos se me pusieron de punta, la sangre se me congelaba en las venas. Y entonces se dio vuelta y me miró. Podías notar el mal en esa mirada. El mal mismo, sin nada de bondad en el, sus ojos decían que no tenia alma, y que devoraría la tuya.

Frunn fue el primero en saltar hacia él, pero la bestia de un manotazo lo derribo, luego lo volvió a golpear y nuevamente, hasta que la sangre del anciano dejo de salir de su cuerpo.
Metió su garra dentro del cuerpo de Frunn y saco una de sus costillas y con ella señaló al grupo.

Thilcad, Friur y Malkevi intentaron detener a Clisveral, mas ninguno de ellos pudo. En 5 minutos sus cuerpos destrozados yacían sobre la nieve.

No podíamos movernos, el miedo estaba en cada rincón de nuestro cuerpo, y nos mantenía pegados al piso sin permitirnos hacer nada.

La nieve escarlata nos rodeaba, la bestia imponente, sacaba las pieles de nuestros sabios, y las colocaba sobre sus hombros como trofeos de batalla, en ese instante una nube cubrió la luna, y el monstruo cayó al suelo en medio de innumerables convulsiones .
Nadie quiso acercarse esta vez. La nieve nos impedía ver claramente. Derrepente la nieve dejó de moverse y la cabeza de Clisveral asomó. Estaba perplejo su mirada estaba perdida, parecía no entender que estaba sucediendo. Cuando vio los cuerpos y las pieles encima de él algo le dijo que había hecho algo terrible. Nos miró con ojos llorosos, parecía que su alma se partiera por el dolor. Seguido de esto sus ojos cambiaron otra vez. Nuevamente la luna estaba descubierta y la bestia comenzaba a emerger, pero antes de completar su metamorfosis la luna se volvió a tapar.
Comprendí que era la luna la que hacia que Clisveral se transformase en esa bestia, también comprendí que si dejaba que la luna volviese a transformarle mi vida se extinguiría, al igual que la del resto.
Los ojos se me llenaron de lagrimas el corazón me latió mas fuerte que nunca, y el miedo en mis venas se evaporo dándole cabida a la valentía y al coraje. Mi cuerpo se despego del suelo y salté sobre Clisveral.
Recuerdo que le pedí perdón y le dije que lo quería, le dije que lo quería mucho. Después de eso comencé a golpearle, Grok me siguió.
Estaba casi apunto de morir y la luna volvió a salir, la bestia resurgió y nos lanzo por los aires, se paró mas una de sus piernas no respondió, y cayo al suelo. Miró su cuerpo lleno de heridas, y comprendió que su fin estaba cerca, miró hacia la luna y lanzó un grito, un grito de dolor, un grito de pena, un grito final.
Cayó.
La luna estaba quieta sobre él, como si le estuviera mirando. Entonces su cuerpo comenzó a retornar a su forma natural. Ahí yacía Clisveral, me acerque a él, miré a la luna y lloré. Un grito también emergió de mi garganta, al igual que el último grito de la bestia también fue de dolor, mas el mío no era dolor físico, sino que de el alma.

Y ahora estoy aquí frente a todos ustedes jóvenes, sobre la misma roca que vio como perdí a mi mejor amigo, a mi modelo a seguir. Esta roca que vio como maté a mi propio hermano. Quien debido a esta luna que hoy nos acompaña dejó de ser lo que era para convertirse en una bestia. Dejó de ser un lobo y se convirtió en hombre. Y por eso grito a esta luna cada vez que sale a mi encuentro, porque se llevó a mi hermano, al que tanto quería.